Eran otros tiempos, ni mejores ni peores, diferentes. Bueno, a lo mejor eran un poco peores.
En 1939 la población no se preocupaba por el consumo de datos ni por los últimos tuits de Trump, pero sin embargo vivían agobiados ante la posibilidad de que un ataque con armas químicas acabara con ellos tras una muerte lenta y dolorosa.
Una angustia que les llevaba a idear imaginativos artilugios para protegerse ante esa eventualidad. El cochecito de bebé antigás, por ejemplo, disponía de todos los mecanismos necesarios para mantener a la criatura a salvo.
Y en caso de que fallara parecía estar también preparado para adaptarse a otra funcionalidad más lúgubre.
Visto en WeirUniverse