Tener un pony es uno de los sueños imposibles de muchos niños y niñas de corta edad.
La idea de poder cabalgar a lomos de un auténtico caballo en miniatura es demasiado poderosa. Cuando se instala en su mente el deseo irrefrenable de poseer uno, es difícil para los padres gestionar la frustración y el trauma que creen que eso provocará en la criatura.
Los pequeños no pueden ni quieren entender que no van a poder tener un pony en su cuarto ni en el garaje del coche, así que a los padres solo les quedan dos opciones.
La primera opción es dejar que la naturaleza siga su curso y el paso del tiempo haga que abandonen la idea, los traumas y las lágrimas.
La segunda opción es hacer alguna tontería como la de la foto y pasar un rato divertido toda la familia, o al menos, el resto de la familia.
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