Es perfecto.
Simplemente perfecto.
No puedo imaginar una situación en la que regalar el diamante vibrador no sea sinónimo de triunfo absoluto. Entre esas situaciones estoy incluyendo la de un tipo que llega a casa sudado y borracho, con un desconocido colgando de su pierna, lanza la caja y suelta un «ea, aquí tienes un pedrusco para frotarte.»
Es burdo y zafio, pero da igual porque en la escena siguiente ella abre la caja y de ésta emerge un brillo dorado que la envuelve mientras alza el diamante en medio del salón, suenan coros angelicales y acto seguido se mete en el dormitorio, emite una risita y se escuchan gemidos y el sonido de las monedas de Super Mario Bros.
El diamante se carga de buenas intenciones y por USB, es resistente al agua y a todos los fluidos relacionados con el sexo (excepto al de la Reina Alien) y tiene 7 modos de vibración, o sea, 7 razones para dejar a tu pareja.
Lo sé, es irremediablemente perfecto.
Es uno de esos raros objetos que se anula a sí mismo. Un diamante es algo superficial, un símbolo de riqueza y estatus, pero no puede ser tan superficial porque está pensado para ser introducido, para trabajar bajo la superficie, es un diamante minero, un currante; la única forma de conservar su superficialidad, su estatus y su glamour sería poner el tercer modo de vibración y pasártelo por el codo; sería un desperdicio, claro, y establecería un nuevo patrón de comportamiento y un nuevo paradigma: alguien que se frota el codo con un diamante vibrador es alguien con nivel. Es alguien perfecto. Y como el diamante también es perfecto hay demasiada perfección en el ambiente y entra en escena la sospecha. No puede ser tan perfecto. Algo tiene. Yo no me acerco a eso. Así que la señora que se frota el codo con el diamante se queda sola y acaba usando el diamante en su lugar correspondiente, abandonando la perfección en pos de la funcionalidad y la felicidad. Es una historia de abandono, sí, pero también de encuentros. ¿El título de la película? Jodidamente perfecto.

Que decepción, esperaba verlo en funcionamiento en el vídeo comercial.
Una presentación la mar de elegante.
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