Cojines literarios

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Hay gente que lee libros por el puro placer del entretenimiento. Otros buscan emociones, información, reflexiones o insultos velados hacia sí mismo que no es capaz de formular en alto y necesita escucharlos de boca de otros. Ninguno de esos casos nos interesa. Esto es para los que eligen libros con la idea fija de dormir sobre ellos y babearlos todo lo posible.

Un buen libro de babeo tiene que ser grande, con muchas páginas que filtren la saliva y se apelmacen transformando el libro en una especie de roca. No siempre es así; no hace falta que un libro sea extenso para que sea un coñazo, pero digamos que sería lo ideal.

Mientras un lector estándar mira uno de sus libros y rememora escenas o sensaciones un lector baboso recuerda la cantidad de horas de sueño que le proporcionó «ese tocho insufrible.» Y su sensación es positiva, ojo: cuanto más soporífero sea el libro mejores resultados dará, lo que convierte al lector baboso en el mejor crítico literario. Si el libro es una siesta de veinte minutos es una maldita joya de la literatura; si es una de tres horas, es un Coelho.

Para los lectores babosos que empiezan a entrenar existen unos cojines literarios que les ayudan a coger la postura. No se pueden leer (sólo el de Peter Pan tiene texto), pero preparan la mente del lector baboso para transformar las estructuras gramaticales en canciones de cuna de diferentes intensidades. Después de eso ya pueden subir de nivel y empezar con Osho.

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