En las fotografías podéis ver el proceso de una Tarta de la Decepción. Su propósito es conseguir que todo el que la vea empiece a salivar, se le nuble la vista y obedezca todas las órdenes que se nos ocurran antes de darle su trozo correspondiente. Y en el momento en el que muerda ese trozo esa saliva acumulada dará la voz de alarma, hará todo el recorrido interno hasta los ojos y saldrá convertida en lágrimas (sí, el cuerpo humano funciona así; si se pueden reciclar sentimientos, ¿para qué inventar unos nuevos?).
Pero ojo, nos podemos encontrar con gente a la que la tarta de sandía les parezca una delicia. De hecho, es más que apetecible. Así que, volviendo al ejemplo anterior, es posible que esas lágrimas no sean de tristeza sino de alegría (otra vez reciclando sentimientos) y una jugada que queríamos que nos hiciera ver pérfidos y malvados nos transformará en unos tipos detallistas, amables, cariñosos y sorprendentes. O sea, un asco de personas.
Visto en Imgur
La tarta favorita de Barack Obama.
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