A Tim Vincent-Smith le cayeron dos pianos del cielo (no literalmente) gracias a un tipo que, no se sabe por qué razones, quería quemarlos y en el último momento decidió donarlos. Y, tampoco se sabe por qué razones, Tim vio en los dos pianos el potencial para hacer una litera con su escalera y todo. Supongo que realmente necesitaba esa litera y la veía en todas partes, más o menos como cuando uno tiene hambre y todas las personas pasan a ser pollos asados humeantes. O cuando uno necesita realmente tener sexo y todas personas pasan a ser, bueno, pollos asados humeantes.
El caso es que Tim se introdujo en un arduo trabajo consistente en despedazar los pianos mientras soportaba los sonidos que salían de los golpes, que cuando un piano se queja lo hace con ganas. En conclusión tengo una sensación contradictoria: por una parte el trabajo de Tim me parece encomiable y por otra no puedo evitar sentir la pérdida de los dos pianos. Sé que serían inservibles, pero así y todo un piano es un piano.
Visto en Laughing Squid