La hoja termómetro

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Los termómetros han caído en desuso por culpa de las múltiples aplicaciones que son capaces de conocer la temperatura de la zona en la que uno está. Cada vez es más difícil llegar a una casa y ver el clásico reloj horrible con un termómetro bajo el péndulo, amenazando a toda la familia con romperse, caer de forma casual en la garganta de uno y envenenarlo sin remedio.

Pero hay un uso del termómetro que la tecnología todavía no ha sido capaz de imitar: la humillación de los casos febriles. Esos momentos olvidables en los que un integrante de la familia de brazos fuertes y peludos te obligaba a introducir el termómetro entre las axilas o, según su grado de crueldad, en el culo. De esta forma se podía saber si uno tenía fiebre real o parcial (de esas que se te pasan a las diez y media, justo después del examen de matemáticas).

Pues bien, la hoja termómetro puede ser introducida en el culo. Y entre las axilas. Y te dirá la temperatura cambiando de color. Y si la usamos en la casa, podremos deducir cuándo estamos siendo víctimas de un incendio: la hoja estará amarilla y unas sospechosas llamas poblarán nuestras cejas. Si esto no es un gran invento, que baje Dios y lo vea.

Hay una explosión de colores bajo el sofá; un tipo sale de él arrastrándose y se incorpora.

DIOS: Hola, soy Dios. Ese invento es una mierda.

YO: El bicho bola tampoco es un alarde de creatividad, ¿sabes?

DIOS: Ya, bueno. ¿Tienes galleticas con forma de dinosaurio?

YO: No.

DIOS: ¿Seguro?

YO: Que no, que no me quedan.

DIOS: Si las busco y las encuentro me las quedo.

YO: … vale.

DIOS entrecierra los ojos y me mira como si buscara algo en mi interior. El ambiente se hace pesado. Alguien toca el violín. Finalmente, DIOS desiste, se quita una pelusa de la barba y desaparece con sonido de actualización del programa.

Visto en Technabob

2 Comentarios

  1. Esto no hay quien se lo crea.

    A Dios no le gustan las galletitas de dinosaurios, si no, no habría dejado que se extinguieran.
    ¿O quizás se los comió todos?
    Solo Dios (y los dinosaurios) lo sabe.

  2. Suertes que dices Dios y no Alah, si no te la cargas. Si es que ya no se respeta nada, joé! 😉

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